Fluir e influir, claves del éxito: cap.2, Esperanza y crisis.

FLUIR E INFLUIR, CLAVES DEL ÉXITO

2. ESPERANZA Y CRISIS

En la tradición cristiana la esperanza es una de las tres grandes: fe, esperanza y amor. La esperanza es eso que nunca se pierde, está en nuestro interior. No sabemos cómo vamos a llegar pero sí que finalmente vamos a hacerlo. Un ser humano sin esperanza no es evolutivo, es un zombi. Así que recuerda: no hay que hacer la medusa.

¿Cómo puedo fijar un objetivo último, mi propósito esencial de vida, cuando todo lo que he hecho simplemente ha sido fluir como la medusa y andar arrastrado por las corrientes cambiantes; o he andado luchando por conseguir objetivo tras objetivo?

Es el momento de desvelar otro pequeño secreto. El concepto “fluir desde la esperanza” está definido en el macro-concepto o arcano mayor del Tarot “IV Emperador” (por cierto, nada que ver con echar cartas para saber el futuro), y también está definido en el aspecto mental “Preservador” de la filosofía yóguica india. Este macro-concepto “emperador-preservador” constituye un promotor, un garante, que preserva y da continuidad a lo largo del tiempo.

Por otro lado hemos de saber de la existencia de otro arquetipo (IX Ermitaño en el Tarot y aspecto mental yóguico Misionero) que nos indica que cada ser humano tiene su misión o propósito esencial y genuino de vida.

Al integrar estos macro-conceptos en la sabiduría tradicional china resulta que son adyacentes, es decir, están íntimamente relacionados. Esto no es una casualidad sino que es debido al diseño de un sistema evolutivo creado por unos pocos sabios hace miles de años.

Así que a la hora de concretar nuestra esperanza hemos de encontrar nuestra propia misión de vida, visión, sueño, nuestro para qué. Si ya lo has averiguado de forma precisa y válida sólo para ti, entonces enhorabuena y adelante con él: “si tienes un sueño, haz algo”. Un obstáculo es que hoy día la mayoría de la población ni siquiera admite que lo haya: “caminante, no hay camino”. De esta forma la ignorancia provoca desorientación, pues realmente existe un método eficaz y preciso para descubrir el propósito esencial de vida de cada ser humano.

Las épocas de crisis pueden presentar otro obstáculo. Es cierto que con la renombrada pandemia de 2020 hubo una gran crisis y sufrimiento, pero inesperadamente también se cumplieron muchos sueños. El teletrabajo, lanzamientos online de empresas, y cambios de estilos de vida, como vivir en el campo o en la playa.

A veces soñamos con situaciones muy diferentes a como vivimos actualmente. De pronto un suceso extremo no nos da más opción que vivir como habíamos soñado. Esto tiene que ver con la famosa ley de atracción, el deseo concedido.

Otras veces suceden cambios drásticos en nuestras vidas que son ocasiones aprovechables para redefinirnos y rediseñarnos: dónde quiero estar y con quién, qué quiero realmente hacer, … Sin duda es un proceso que requiere más elaboración que el anterior.

En ambos tipos de cambios la clave está en dar el paso, subirse a la ola, fluir, y no perder la oportunidad. Habitualmente se dice “no perder el tren”, que es el carro del éxito, del cambio de trabajo, de lugar de residencia, …

El cambio es continuo. Todo fluye. De hecho si no hay cambio no hay evolución. Tampoco hay evolución sin desequilibrio, de la misma forma que no puedes caminar sin provocar un desequilibrio hacia delante.

Sin embargo si ese cambio es inesperado y desagradable, si te provoca una crisis, de alguna forma te está superando o desequilibrando a nivel de identidad o de ego. Es muy conocida la frase “una crisis es una oportunidad”. Lo cierto es que no es así, y lo explicaré por partes.

En primer lugar quien está en crisis la única oportunidad que tiene es superarla. Este es el sentido del I Chin, conocido como el libro de las mutaciones, donde se explica en códigos llamados hexagramas, cómo pasar de un cambio a otro con las posibles combinaciones. Es decir existe una sabiduría milenaria acerca de cómo realizar los cambios de la mejor manera posible.

En segundo lugar la oportunidad de la crisis realmente la posee quien la ve desde fuera, de la misma forma que un inversor ve la oportunidad de adquirir acciones de una empresa que está en crisis con la esperanza de obtener unos buenos beneficios al prosperar.

Una vez aproveché la oportunidad en Cartagena de escuchar una conferencia del teósofo español Emilio Carrillo, a quien admiro. Entendí en ese momento una analogía que replico a mi manera por parecerme interesante.

Por un lado tenemos al ser humano visto como el conjunto de su cuerpo físico, emocional y mental. Y por otro lado tenemos algo que viene a ser como la esencia, el alma, guía, corazón o núcleo. Pues bien, la analogía es entre el inversor que invierte en una empresa y la esencia que invierte en el ser humano.

Esa esencia invierte en el ser humano cuando éste tiene esperanza pero está en crisis, de la misma forma que un inversor invierte en un valor en crisis (bajo precio) pero con la mayor seguridad posible de que va a subir. El ser humano se convierte en una inversión segura cuando tiene la certeza de que va a prosperar gracias a su esperanza, sueño o misión de vida; e invierte cuando está en crisis, que es cuando lo necesita.

Curiosamente ocurre que justo cuando estamos en crisis nos adentramos más en nosotros y es cuando percibimos nuestra esencia más cerca. Los beneficios de la esencia serán entonces la propia experiencia evolutiva del ser humano, que es lo que le da el verdadero valor.